He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

lunes, 6 de marzo de 2017

Revista Ínsula: Kafka en España


Ángel Olgoso aparece entre los escritores españoles consultados en el monográfico sobre Kafka que ha publicado la veterana revista Ínsula.


KAFKA Y LA LITERATURA ESPAÑOLA CONTEMPORÁNEA.
ENCUESTA A ESCRITORES.
Javier Sánchez Zapatero



-¿Cuál cree que ha sido la principal aportación de Kafka a la literatura contemporánea?

Significó un calado en profundidad en la condición humana. Kafka excavó, minuciosa y pacientemente, sirviéndose de afiladas cucharillas como la lucidez, la sensibilidad extrema o la tradición judía, un túnel aún sin boca de salida, pero iluminado a trechos por fulgores puntuales, lo que explica la textura de pesadilla, de sonambulismo que envuelve el territorio kafkiano. El lector encuentra un mundo prolijamente demarcado, de manera a la vez analítica y onírica, donde todo parece sufrir un proceso de envilecimiento deliberado; un torrente interior de intuiciones racionales y de visiones verbales; una mente al mismo tiempo temerosa y sedienta de amor, sometida a la culpa pero liberada por un humor paradójico. Las páginas de Kafka muestran, sobre todo, extrañeza ante un universo que ya no tiene un sentido superior -ni siquiera un sentido-, a excepción del hombre que, según Camus, es el único ser que exige un sentido. La amnesia aparece también como otra constante en sus textos: todos se han olvidado de quién es el agrimensor que viene en busca del castillo.

-¿Cuál es la obra de Kafka que más le ha marcado, y por qué?

Sus colecciones de textos breves La condena y La muralla china, sencillamente porque fueron mis primeras lecturas de su obra, las que iniciaron el idilio, las que me descubrieron la pureza, la retórica y la imaginación singulares de un ser singular. Luego he sentido especial debilidad por sus Diarios.

-¿Reconoce alguna influencia kafkiana en su obra?

Cuando comencé a leerlo en la adolescencia, Kafka se convirtió de forma instantánea en una especie de hermano mayor: no es que me identificara exactamente con él como lo hice con “mi abuelo” Poe o con el joven Chateaubriand -el romántico avant la lettre de los primeros capítulos de Memorias de ultratumba-, sino que me contagió su manera de representar el mundo, más que de percibirlo. Con el paso de los años, Kafka se fue metamorfoseando en un padre severo, desconcertantemente irónico y de pensamientos trascendentales. El reto estribó entonces en distanciarse de la imponente presencia de un padre al que se teme y se admira más allá de toda medida, mientras intentaba definir un estilo personal. Su influencia ha sido palpable desde los textos primerizos recogidos en Nubes de piedra y en la recopilación de mis quince años iniciales de cultivo del cuento, Los líquenes del sueño, hasta relatos posteriores que traslucen la gramática kafkiana o la homenajean: Anfiteatro, El espanto, Geometría, Una velada (en Los demonios del lugar); Los reconocerás, Los despeñaderos (en Astrolabio). He llegado incluso a escribir narraciones (Carta al hijo, en Breviario negro) en las que me permití el atrevimiento de suplantar a su padre Herman, o al mismísimo Franz (La primera muerte de Kafka, en Los demonios del lugar) aprovechando los huecos dejados por unas fechas que no aparecían consignadas en sus Diarios.



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