He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

lunes, 4 de diciembre de 2017

Eros y Afrodita en la minificción



Eros y Afrodita en la minificción es una antología de textos breves llevada a cabo por Dina Grijalba, profesora mexicana devota de Julio Cortázar, Luisa Valenzuela y las minificciones literarias. El hilo conductor del volumen es el erotismo, y reúne a 112 autores -56 mujeres y 56 hombres- de todo el espectro literario en español: desde clásicos como Julio Torri, Cortázar o Arreola, a consagrados e indispensables en este “cuarto género narrativo” como Ana María Shua, Raúl Brasca, Luisa Valenzuela, José María Merino, Fernando Iwasaki o Ángel Olgoso, o autores amigos afincados en Granada como Josefina Martos Peregrín, Carlos de la Fé y una servidora.


Cuenta además con un esclarecedor prólogo de la profesora de la Universidad de Salamanca Francisca Noguerol, una de las mejores especialistas en microficción del idioma español: "Del fornicón y otras delicatessen literarias". En él, ella nos explica que se trata de un trabajo tan concienzudo como necesario y que viene a iluminar con una nueva obra el catálogo de Ficticia, en México (que tanto ha contribuido a la difusión de los textos breves de la mano de Marcial Fernández), y de Macedonia, en Argentina, dirigida por el imprescindible Fabián Vique. 

El libro, que ya se presentó en México, en el Palacio de Bellas Artes, se acaba de presentar en Madrid el pasado 30 de noviembre en la librería Cervantes y Cía.

Os dejo con la introducción de Dina Grijalba, las citas generales del volumen y el texto Lamelibranquios, con el que Ángel participa en tan completa y sugestiva antología.



Palabras preliminares o Alegrías y tribulaciones de una antóloga 

El sujeto amoroso vive todo encuentro con el 
ser amado como una fiesta. 
Roland Barthes 


Después de gozar de la lectura del imaginario erótico femenino escrito en nuestra lengua —la de Sor Juana— por algunas autoras latinoamericanas y de descubrir la magia de la minificción, pensé unir mi placer por la lectura de cuentos en los que la pasión, el deseo o el deleite, se expresan en palabras. Pletórica de entusiasmo, puse manos a la obra (a las obras más bien). 

Inmersa en la feliz aventura de buscar miniaturas eróticas, y gracias al generoso apoyo de estudiosas y de minificcionistas de diversos países de nuestra América y de España, reuní decenas de antologías y de libros de autora o autor. Efervescente y desmesurada leí, leí y leí minificciones escritas en habla española; en esta práctica de voyeur he sido testigo de todo tipo de fantasías y actividades sexuales, transmitidas en breves textos de maravillosa condensación. A mitad del camino —con alrededor de 10 mil cuentos bonsái leídos— mi ánimo estuvo a punto de sucumbir ante un cuadro de empalagamiento o indigestión microcuentista; pero, con unos días de reposo minificcional, el mal desapareció. Regresé golosa y gozosa a la lectura y devoré otros cuantos miles de minificciones. Del alrededor de 15 mil minitextos leídos, en una primera etapa, tomaba los que a mi parecer transportaban en sus palabras algún gradiente de erotismo y reuní así un conjunto de 482 brevedades en donde Eros asomaba su rostro o de plano el cuerpo completo. 

De ese conjunto debía formar este libro, guiada por el criterio inicial de que la calidad literaria fuera lo que determinara la selección, aun asumiendo la subjetividad que esto entraña. 

Llegaron entonces los días felices de elegir los microrrelatos para formar la antología. Y llegaron también noches de desvelos por las múltiples y diversas dudas. Días y noches en las que trasladaba textos del archivo titulado “minificciones eróticas reunidas” (las 482) a otro: “antología de minificción”; y era una de meter y sacar textos (el Cronopio los llamó textículos) de un archivo a otro, sobre todo de meter, siempre en la búsqueda del máximo placer para quien lee estos preliminares. Finalmente comprendí que llegaba el momento de compartir los hallazgos y publicarlos para multiplicar los placeres en múltiples lectoras y lectores. Ahora que tienes en tus manos estos artefactos textuales, de diverso voltaje, más o menos elusivos y etéreos, o candentes, algunos convocando a un sentido en particular y, otros, a la sensibilidad corporal, siempre persiguiendo un temblor, un estremecimiento, un estallido, deseo que la lectura de estas minificciones actualicen la frase feliz que Marco Denevi escribió en ese exquisito libro de recreaciones eróticas que es su jardín de las delicias: “Eros siempre difunde alegría en el melancólico mundo donde vivimos”.

Victor Delhez

Apenas él le amalaba el noema a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes.
(Julio Cortázar)

Alfred Kubin

Solían decir que las caricias eran una grieta en el muro por la cual Dios les dejaba espiar lo inefable.
(Laura Nicastro)


LOS AMANTES

Ellos son dos por error que la noche corrige.
(Eduardo Galeano)

Alfred Kubin



LAMELIBRANQUIOS

Eres buscador de perlas en un mar subtropical. Buceas hoy a mayor profundidad, más allá de la barrera del arrecife de coral. Anémonas. Blenios dentados. Anguilas-jardín. Erizos. Peces arlequines. Bosque de quelpos. Descubres regocijado un vastísimo criadero natural. Semienterradas en el fondo limoso, las conchas cubren por entero la pradera submarina. Blandes el cuchillo, lo introduces con habilidad entre los bordes sellados de uno de los moluscos bivalvos y haces palanca. Contemplas entonces atónito, a través de la turbia luz, el sexo femenino que se aloja en su interior, su palpitante morfología venusina, sus labios abultados, el vello crespo sombreando el contorno, su fresita retráctil, sus repliegues de cresta de gallo, ababosados, salidizos, pultáceos. Abres otra concha. Y otra. En aquel delirante criadero de las profundidades, acunados por las aguas madres, todos los lamelibranquios cobijan un sexo con vida propia, encarnado, de contacto mucilaginoso, ciliado, como un pequeño hocico mostachudo y acuoso. Incrédulo aún, sientes cierto escalofrío cuando alcanzas a calibrar la peculiaridad del lugar.





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